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En busca de un Grial que nunca estuvo perdido

En la escena final de La última cruzada, Indiana Jones y su padre llegan al templo que alberga el Santo Grial. Tras sortear una serie de obstáculos mortales (incluido un salto de fe sobre un pozo aparentemente sin fondo), Indiana llega finalmente a la sala donde se guarda el Grial. Al entrar, un viejo cruzado le reta a elegir la copa correcta de una colección de cálices que ha estado guardando celosamente.

Indiana coge un cáliz de madera bastante sencillo, el de “un pobre carpintero”, dice.

Épico, sin duda. Pero engañoso. Es muy poco probable que un judío de la Antigüedad tardía hubiera utilizado ese tipo de copa para una cena de Pascua, por muy pobre que fuera. De hecho, era habitual utilizar una copa fabricada con materiales nobles y puros -especialmente la utilizada para el cuarto y último brindis-. El ágata pulida, por ejemplo, era muy apreciada. Estas copas se consideraban preciosas y lo bastante caras como para pasar de padres a hijos.

De hecho, el ágata pulida era tan cara que ya en el siglo I los rabinos tuvieron que permitir el uso de vidrio y cristal para hacer estos brindis rituales. Seguía siendo un material lujoso, pero ciertamente menos caro que el ágata.

Al menos, esto es lo que afirmaba el difunto Antonio Beltrán. Beltrán es autor del único estudio arqueológico de un cáliz que bien podría ser el Santo Grial. El Santo Cáliz, conservado en la catedral de Valencia (España), se supone que es la verdadera reliquia. ¿Pero cómo se sabe que es así?

Un primer vistazo hace difícil creer que pueda ser ésta. Pero las apariencias engañan. A grandes rasgos, el cáliz que se conserva en la catedral consta de dos partes. Por un lado, una notable estructura de oro abundantemente adornada con piedras preciosas -al modo típico medieval-. Por otra, el cáliz propiamente dicho, apenas visible bajo tantos añadidos ornamentales.

La relativa irrelevancia del cáliz en sí es clave. No tan simple como el de Indiana, el Grial valenciano es básicamente una copa de vino de ónice. El estudio arqueológico de Beltrán explica cómo el ónice se utilizó ampliamente en talleres de Palestina, Egipto y Siria entre el siglo II a.C. y el año 50 d.C. para fabricar vajillas domésticas finas, copas de vino incluidas.

Las autoridades eclesiásticas permitieron a Beltrán examinar la reliquia a su gusto. La desmontó por completo, separando el oro del ónice. Catedrático de Arqueología e Historia (toda una eminencia en su campo), Beltrán no era especialmente devoto. De hecho, fue encarcelado por las autoridades fascistas tras la Guerra Civil por su servicio a la Facción Republicana -la coalición política abiertamente anticlerical y radicalmente laica que luchó contra el fascismo durante la Guerra Civil española.

Precisamente por estos motivos, el entonces arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, se interesó por la opinión de Beltrán.

La documentación histórica sobre el Grial valenciano sólo aporta datos fiables a partir del siglo XIV. Pero otros documentos dan razones para creer que pudo llegar a Roma en el siglo III, o incluso antes. La investigación de Beltrán concluyó que la copa era una pieza alejandrina del siglo I, es decir, que el Santo Cáliz de Valencia bien podría ser el auténtico. Pero, ¿cómo llegó hasta allí?

Los especialistas han intentado rastrear el itinerario del Grial. Todo comienza con una figura bien conocida: el evangelista Marcos. Las hipótesis actuales afirman que el Grial era suyo.

El Camino del Santo Grial conduce a Valencia, pero comienza en Jerusalén.

El primer propietario del Santo Grial no era Jesús

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