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Hay un dragón en el Camino del Santo Grial (¿o eran dos?)

En la antigua ciudad de Valencia, España, los habitantes vivían horrorizados por la presencia de un dragón, en el río al pie de las murallas. La horrible bestia devoraba a todo el que se atreviera a aventurarse en los humedales. Nadie sabía cómo librar a la ciudad de esta pesadilla. 

Hasta que un judío vagabundo condenado por muchos delitos, de sobrenombre Espillet, ofreció la condonación de su pena de muerte a cambio de liberar a la ciudad del horrendo monstruo. Sólo pidió en su ayuda todos los cristales y espejos que los angustiados valencianos pudieran proporcionarle. 

Espillet salió por la puerta de la muralla cubierto con una armadura hecha con espejos y cristales. Al enfrentarse al monstruo, la luz del sol encendió en miles de reflejos al improvisado caballero como si fuera una llama viviente, y acorraló al dragón, atravesándolo con su espada. 

[Un socarrat, cerámica local de origen medieval, recuerda la hazaña]

La leyenda corrió de boca en boca y de siglo en siglo, hasta ser recogida por el periodista Vicente Blasco Ibáñez en sus Cuentos Valencianos, en 1896. Uno podría pensar que se trata de la enésima versión local de la leyenda de san Jorge y el dragón, aunque sin princesa, y que ahí queda todo. 

 

Pero entonces, cualquier habitante de Valencia le recordará que, efectivamente, la fiera muerta sigue estando colgada en la pared, a modo de trofeo, en el convento del Corpus Christi, también conocido como Colegio del Patriarca. Y que las madres de todas las épocas se la han mostrado a sus hijos como método (discutible) para hacer que tuvieran un buen comportamiento.

Muy sorprendido, el curioso acudirá al lugar en cuestión, y descubrirá con asombro que el “dragón” es en realidad un enorme cocodrilo disecado, colgado de la pared desde hace varios siglos. 

Camino del Santo Grial
El “dragón” en el Colegio del Patriarca de Valencia

Un regalo original

Como suele suceder siempre, la leyenda medieval ha pervivido allí donde los hechos fueron olvidados hace tiempo, y ha buscado acomodo a lo largo de las épocas. 

Porque en realidad, el pavoroso “dragón” tenía dueño y hasta nombre propio. Le llamaban “Lepanto”, y era propiedad de san Juan de Ribera, el famoso arzobispo de Valencia del siglo XVI, en la época de la Contrarreforma.

Según los documentos de la época, Gaspar de Zuñiga y Acevedo, virrey del Perú, envió no uno, sino dos caimanes (vivos), macho y hembra, al insigne prelado como regalo. Cuando murieron ambos reptiles, fueron disecados y colgados, uno en el Colegio del Patriarca y otro en el Monasterio de El Puig. Solo que el segundo fue destruido durante la guerra civil española, y no hay documentos gráficos conocidos sobre él.

Coincide que ambos lugares, el Colegio del Patriarca y el Monasterio de El Puig son lugares emblemáticos del Camino del Santo Grial, y que están unidos por el santo arzobispo Juan de Ribera, quien hizo construir ambos edificios actualmente considerados patrimonio nacional. Y Juan de Ribera es también una figura clave en la veneración al Santo Grial.

La primera investigación seria

Corrían los tiempos difíciles de la Contrarreforma, en la que por un lado se combatía el cisma protestante, y por otro se intentaba purificar a la Iglesia católica de todas las adherencias supersticiosas de origen medieval que habían provocado la tremenda crisis religiosa.

Así que el prelado, conocido teólogo y hombre de decisiones firmes, a llegar a la sede de Valencia, mandó sacar todas las reliquias custodiadas en la catedral y hacer las comprobaciones pertinentes sobre su autenticidad, quemando las que no la probaran. Entre ellas el Santo Grial o Santo Cáliz, que había sido entregado por el rey Alfonso V el Magnánimo en 1437, como pago de una deuda.

No es propósito de este artículo detallar el itinerario que llevó al Santo Grial desde el Cenáculo de Jerusalén, por Roma, hasta la catedral de Valencia. Baste decir que sobre él se ha trazado una ruta de peregrinación en fase actual de trazado, el Camino del Santo Grial, que puede verse aquí.

Way of the Holy Grail

Volviendo a San Juan de Ribera, tras las investigaciones oportunas, debió convencerse de la autenticidad de la Copa. Así, en su propia Biblia personal, (que se conserva en el Colegio del Corpus), comentando el pasaje de la Última Cena en Mc 26, subrayó la palabra “calicem”, e hizo de su puño y letra esta nota

“Hic calix usque hodie in hac nostra valentina ecclesia asservatur” (“Este cáliz hasta hoy en esta nuestra iglesia valenciana se conserva“).

El santo prelado impulsó la veneración a la Eucaristía, instituyendo con la mayor solemnidad la fiesta del Corpus Christi, que aún hoy es, junto con las Fallas, la fiesta más grande de la ciudad. También impulsó la intensa devoción que ya existía en Valencia a la Preciosísima Sangre, posiblemente vinculada a la presencia del Santo Cáliz. 

Así que, peregrino que acudes a Valencia para ver el Santo Grial: No dejes de visitar el Colegio del Patriarca para ver su famoso dragón. Pero hazlo con silencio reverente, o te dirán la famosa frase que los valencianos se transmiten de generación en generación:

“Si en silenci dins no esteu, á mon ventre parareu” (Si no guardan silencio, acabarán en mi barriga).

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