La espelta es el mejor de los granos. Da un espíritu alegre y trae alegría a la mente del hombre.— Hildegarda de Bingen
Hay un cereal que atraviesa los siglos como un susurro de sabiduría. Es el farro o Triticum spelta, conocido también como espelta, uno de los cereales más antiguos conocidos por la humanidad. Hoy lo redescubrimos con asombro, atraídos por la alimentación natural, los cereales integrales y las antiguas tradiciones campesinas.
Pero ya en la Edad Media, una mujer cantaba sus virtudes con poesía y profundidad. Hildegarda de Bingen, monja benedictina, sanadora y pensadora del siglo XII, lo definía como “el mejor cereal”, capaz de nutrir el cuerpo, calmar la mente y fortalecer el espíritu.
¿Quién era Hildegarda y por qué amaba la espelta?
Hildegarda de Bingen (1098–1179) es una figura extraordinaria: mística, compositora, naturalista, herborista y autora de tratados médicos y espirituales. Canonizada y proclamada Doctora de la Iglesia en 2012, hoy se la considera una pionera de la medicina integrativa.
En sus obras Physica y Causae et Curae, describió más de doscientas plantas, minerales y alimentos, entre los cuales la espelta ocupa un lugar destacado.
Según ella, la espelta era un alimento perfecto: “caliente, rica y poderosa”, capaz de alegrar el alma y aclarar la mente. Un auténtico superalimento medieval.
Qué es el farro o espelta
El farro no es un único cereal, sino una familia que incluye el monococco, el dicocco y la espelta. Esta última, el Triticum spelta, es la que elogiaba Hildegarda.
Cultivado hace ya 8.000 años en Oriente Medio, se difundió por toda Europa, convirtiéndose en la base de la alimentación de egipcios, romanos y campesinos medievales. Sus granos oscuros, su sabor rústico y su gran resistencia lo han convertido en un símbolo de biodiversidad.
La cáscara natural que lo envuelve protege el grano de contaminantes e insectos. Crece bien en suelos pobres, sin necesidad de pesticidas, y ha mantenido intacta su genética. Un cereal antiguo, auténtico, conectado con la tierra.
Así se cocinaba en la Edad Media
El farro era un alimento cotidiano para el hombre medieval, pero nada corriente. Hildegarda recomendaba prepararlo con cuidado, porque para ella la cocina también era parte del proceso de sanación.
El pan de espelta, elaborado con masa madre y reposado durante horas, se volvía más digestible y ayudaba a equilibrar los humores del cuerpo. La sopa de farro, con caldo vegetal o de huesos y hierbas silvestres, reconfortaba el alma y el estómago. Los granos tostados se transformaban en un café de color ámbar, sin cafeína, ideal para quienes buscaban energía sin nervios.
La harina de espelta también se utilizaba para cataplasmas contra dolores e irritaciones, mientras que la cáscara rellenaba almohadas que favorecían el sueño y aliviaban los dolores de cabeza.

Beneficios según Hildegarda
En la visión hildegardiana, el farro es mucho más que un alimento. Es una herramienta de equilibrio interior, un alimento que armoniza cuerpo y espíritu.
A nivel digestivo, favorece una digestión lenta y tranquila, alivia las inflamaciones gástricas y regula el tránsito intestinal. Para la mente, ayuda a recuperar la claridad, mejora el estado de ánimo y combate la melancolía. Refuerza el sistema inmunológico, aporta vitalidad y mejora la resiliencia.
También beneficia a la piel y al cabello: alivia eccemas, purifica desde el interior y aporta luminosidad.
¿Qué dice la ciencia hoy?
Las intuiciones de Hildegarda hoy reciben respaldo científico. El farro espelta contiene proteínas de alta calidad (hasta un 17 %), carbohidratos de bajo índice glucémico, abundante fibra y grasas insaturadas como los ácidos oleico y linoleico. Es rico en vitaminas del grupo B y vitamina E, además de minerales como hierro, zinc, magnesio y selenio.
El gluten de la espelta tiene una estructura menos agresiva que el del trigo moderno, por lo que muchas personas lo encuentran más fácil de digerir.
📌 Un estudio publicado en el Journal of Agricultural and Food Chemistry (2021) reveló que el farro espelta contiene una mayor cantidad de antioxidantes fenólicos en comparación con el trigo normal.
Cómo incorporarlo a la dieta
El farro puede ocupar un lugar destacado en una alimentación moderna, saludable y consciente.
Los granos enteros son ideales para sopas, ensaladas templadas, “risottos de farro” y guarniciones rústicas. La harina, disponible en versión integral, semiintegral o blanca, es excelente para elaborar pan, pizza, pasteles, galletas o bizcochos. Los copos de espelta enriquecen el desayuno con yogur y fruta, o pueden añadirse a las gachas, sopas y barritas energéticas.
También el café y el malta de farro son opciones nutritivas, naturales y sin cafeína, perfectas para quienes buscan vitalidad sin nerviosismo.
Precauciones y contraindicaciones
El farro contiene gluten, por lo que no es apto para personas con celiaquía. Algunas personas con sensibilidad al gluten no celíaca lo toleran mejor que el trigo común, pero siempre es recomendable consultar con un profesional de la salud.
Como cualquier cereal, debe consumirse con moderación dentro de una dieta equilibrada.
Curiosidades medievales
En la Edad Media, el pan de espelta se marcaba con una cruz antes de hornearlo: era el “pan bendecido”, que se repartía entre los enfermos en los conventos. Algunos monjes malteaban el farro, como la cebada, para elaborar una cerveza oscura, rica y nutritiva, también utilizada durante los períodos de ayuno.
Una papilla de espelta con miel y leche de cabra era un remedio tradicional para fortalecer a los niños débiles y a los ancianos convalecientes.
Un puente entre pasado y futuro
La espelta es mucho más que un alimento: es memoria viva, medicina natural y alimento del alma. Une lo que fuimos con lo que podemos volver a ser.
Hildegarda de Bingen nos recuerda que el bienestar no nace de la privación, sino de la armonía. Y la espelta, con su riqueza nutritiva y su equilibrio energético, representa ese ideal en forma de grano.
Elegir la espelta hoy es una decisión saludable, un acto consciente, un regreso a la tierra y a la verdad del alimento auténtico.