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La neurociencia detrás de la peregrinación

Caminar es bueno para el cerebro Pablo Calvog - Shutterstock
Caminar es bueno para el cerebro Pablo Calvog - Shutterstock

En un mundo hiperconectado y saturado de estímulos, caminar—especialmente en la naturaleza—se revela como una medicina silenciosa. La peregrinación, que durante siglos ha sido una práctica espiritual, hoy encuentra respaldo en la ciencia contemporánea: la neurociencia confirma lo que millones de caminantes han sentido en cuerpo y alma. Caminar no solo fortalece el cuerpo, sino que también reconfigura el cerebro, reduce el estrés y promueve un profundo bienestar emocional.

Más que un viaje físico

Aunque solemos pensar en la peregrinación como un recorrido geográfico—de pueblo en pueblo, con un destino simbólico al final—su dimensión más profunda es interior. Caminar sin expectativas fijas es una forma de exploración existencial. Cada paso nos pone en contacto con la incertidumbre, el silencio, la repetición y la belleza del mundo natural.

Como escribió el filósofo Frédéric Gros en su libro A Philosophy of Walking:

“Caminar es abrirse al mundo. Cada paso es una palabra no dicha, un pensamiento que toma forma”.

¿Qué ocurre en el cerebro cuando caminamos?

La ciencia ya lo ha demostrado: caminar cambia el cerebro. Investigadores como Shane O’Mara, del Trinity College de Dublín, han mostrado que caminar estimula la neurogénesis—la creación de nuevas neuronas—y activa el hipocampo, mejorando la memoria y la creatividad.

En su libro In Praise of Walking, O’Mara lo resume así:

“Caminar es el mejor antidepresivo. Y no tiene efectos secundarios”.

Por su parte, el neurocientífico Andrew Huberman (Universidad de Stanford) ha demostrado que solo 30 minutos de caminata pueden reducir un 20% los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Además, caminar por entornos naturales eleva la serotonina, mejora el estado de ánimo y potencia la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y cambiar.

La naturaleza como medicina para la mente

Caminar en la naturaleza amplifica aún más estos efectos. El psicólogo ambiental David Strayer (Universidad de Utah) ha comprobado que los entornos naturales silencian la corteza prefrontal—la zona del cerebro que se encarga del juicio, el control y la toma de decisiones. Esta «pausa» neurológica permite descanso mental, equilibrio emocional y una mayor claridad interior.

Y no es magia ni espiritualismo new age: es fisiología pura. Los bosques, senderos costeros y montañas ofrecen una variedad sensorial que contrarresta el agotamiento que provocan las pantallas y el ruido urbano.

Health and long life with just 30 minutes of walking a day

Datos clínicos sobre la peregrinación

Un estudio reciente liderado por Greg Sattler (Harvard Medical School) siguió a peregrinos en el Camino de Santiago y publicó resultados impactantes en la revista Brain, Behavior, and Immunity. ¿Qué encontraron?

  • Disminución de marcadores inflamatorios
  • Refuerzo del sistema inmunológico
  • Aumento notable de la resiliencia psicológica

Caminar largas distancias, al parecer, produce una transformación sistémica en el cuerpo y la mente.

La psicóloga Kelly McGonigal lo define como un “viaje neurobiológico” en su libro The Joy of Movement. Según su visión, la peregrinación no es solo una metáfora del cambio: es un mecanismo real, una vía natural para reconstruirnos.

Reescribir nuestra historia caminando

Hoy, la peregrinación se entiende también como una herramienta psicológica. Sigue siendo un camino largo, físico y exigente, pero su valor simbólico se expande: se convierte en un ejercicio de introspección activa, una forma de reconfigurar nuestra narrativa personal.

Un estudio publicado en 2021 en el Journal of Environmental Psychology encontró beneficios mentales duraderos entre quienes caminan en entornos naturales:

  • Menos síntomas depresivos
  • Mejor concentración
  • Mayor rendimiento cognitivo

Estos efectos se atribuyen a la riqueza multisensorial del entorno natural, que estimula cambios adaptativos en el cerebro.

Caminar como acto radical

La peregrinación, sin perder su raíz espiritual, se abre ahora a todos: creyentes o no, caminantes de fe o buscadores de claridad. No se trata tanto de llegar a un santuario como de llegar al presente. No es cuestión de buscar respuestas, sino de habitar las preguntas.

Y en tiempos de prisa y fragmentación, elegir caminar es un acto sencillo pero poderoso. Nos reconecta con el cuerpo, con el mundo y con lo que verdaderamente importa.

“No se hace una peregrinación para buscar a Dios. Se hace para recordar que siempre lo tuviste a tu lado”.
– Anónimo

Entrada también disponible en: English Italiano

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